20/10/16

Edward Hopper

Edward Hopper

   Me entusiasmó la primera vez que vi una de las exposiciones de su obra. Fue tal la fascinación que adquirí un par de láminas que, enmarcadas, presiden el pequeño cubículo de mi hogar que me empeño en llamar "mi despacho" en el hogar.

   El estadounidense Edward Hopper ya contaba con estudios de arte desde su temprano ingreso en la New York School of Art, en el año 1900. Allí recibe clases de William Merrit Chase, Kenneth H. Miller y Robert Henri, que son sus mayores influencias, los culpables de su gusto por la pintura nítida, limpia...

   Su primer viaje a París le acercará a los impresionistas. Fue en 1906, y para entonces ya trabajaba como ilustrado publicitario en la C. Phillips & Company, al año siguiente prosigue su gira europea por Londres, Berlín y Bruselas donde va afianzando su personal estilo de elecciones expresivas precisas, que ya será totalmente identificables en 1909, en su segunda estancia en París, pintando en Saint-Germain y Fontaineblau.

   Su recurrente tema, la soledad, remarcada por el particular juego pictórico que consigue con luces y sombras describiendo interiores, le alejan del fauvismo y el cubismo vigentes en Europa en su época y le aproximan más a
autores como Manet o Toulouse - Lautrec, sin olvidarnos de Coubert y Daumier, ni del gran pintor español que él mismo reconoce como su mayor influencia: Goya.

   A su regreso a los Estados Unidos abandona definitivamente sus nostalgias europeas y se centra en cotidianidad americana, plasmando verdaderas obras maestras urbanas de Nueva York y de paisajes de Nueva Inglaterra.

   Tras un lapso de ocho años en los que abandona temporalmente la pintura para centrarse en nuevas formas expresivas como el grabado, retorna a la acuarela y consigue un gran éxito en dos exposiciones consecutivas de 1923 y 1924, en las que con sus lienzos deja claro su gusto por el realismo, por imágenes tanto urbanas como rurales inmersas en el silencio, conseguido a base de un intencionado juego de luces artificiales y reforzando la sensación de soledad y alienación, con cuadro en los que raramente aparece más de una persona, y si hay más, destaca la incomunicación con sórdidos ambientes.

Edward Hopper (Despacho en una ciudad pequeña)

   Obras como Despacho en una ciudad pequeña, Esquina de Nueva York o Dos en el patio de butacas reflejan claramente esta tendencia que se acentúa con la representación de una arquitectura fea y pretenciosa.

   La soledad de los personajes en Habitación en Nueva York o Reunión nocturna se muestra ya exageradamente. A esta última obra, de hecho, se le llegó a achacar incuso un supuesto "tufillo comunista".

   La ventana como recurso pictórico para acentuar la depresión aparece en Habitación de hotel, uno de sus cuadros más famosos, perteneciente a la colección permanente del museo Thyssen, o en Hotel junto al ferrocarril, en la que no se sabe a ciencia cierta si el hombre mira el terraplén o simplemente le da la espalda a la mujer.

   En resumen, la pintura de Hopper representa la profunda soledad y las inclinaciones tanáticas que subyacen bajo el sueño americano, la crítica del capitalismo tardío y el pesimismo.

  Un autor para revisitar.

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